domingo, septiembre 26, 2010

Tristán e Isolda

UNA DE LAS PÁGINAS MÁS HERMOSAS DE LA MÚSICA
La escena final de Tristán e Isolda (Liebestod)

La gran maravilla reside en cómo el compositor crea un clima que parece que deba resolverse pero no lo hace. Mantiene al oyente en un perpetuo estado de desasosiego que no se resuelve hasta pasados tres minutos y medio para volver a una melodía ondulante que crece semitono a semitono hasta volver a resolverse en un tutti brutal.

Espero que os guste la versión y si no ya sabéis, a cascarla.





Cuan dulce y suave sonríe,
sus ojos se entreabren con ternura...
¡Mirad, amigos!
¿No le veis?...
¡Cómo resplandece con luz creciente!
Cómo se alza rodeado de estrellas.
¿No lo veis?
¡Cómo se inflama su corazón animoso!
Augustos suspiros hinchan su pecho.
Y de sus labios deleitosos y suaves
fluye un hálito dulce y puro.
¡Amigos, miradle!
¿No lo percibís? ¿No lo veis?
¿Tan sólo yo oigo esa voz
llena de maravillosa suavidad,
que cual delicioso lamento
todo lo revela en su consuelo tierno?
Es cual melodía que al partir de él, 
me penetra resonando en mí, 
sus ecos deliciosos.
Esa clara resonancia que me circunda
¿es la ondulación de blandas brisas?
¿Son olas de aromas embriagadores?
¡Cómo se dilatan y me envuelven!
¿Debo aspirarlas?
¿Debo percibirlas?
¿Debo beber o sumergirme?
¿O fundirme en sus dulces fragancias?
En el fluctuante torrente,
en la resonancia armoniosa,
en el infinito hálito del alma universal,
en el gran Todo...
Perderse, sumergirse...
sin conciencia...
¡supremo deleite!

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