martes, septiembre 21, 2010

La Iglesia y sus pederastas (2)

Si la semana pasada habló el arzobispo belga André Léonard, le tocaba ahora el turno a su jefe, el Papa.
El amigo alemán ha estado unos días en el Reino Unido y, como no, ha hablado del problema de la pederastia entre demasiados trabajadores de su empresa.
Tal y como es habitual entre los que forman parte de la multinacional “Iglesia Católica”, lo ha hecho con ese lenguaje claro y conciso que solo puede encontrarse en gran parte de la Biblia y en la mayoría de discursos políticos.
Ha admitido que los casos de los curas pederastas “han minado seriamente la credibilidad moral de los responsables de la Iglesia” expresando “el profundo dolor que siente” por las víctimas y que sentía “humillación y vergüenza” (sic); a dicho que la mejor manera de reparar esos pecados es acercarse “con humildad” a las víctimas. Ha asegurado que se han tomado “serias medidas” para poner remedio a esa situación y asegurar que los niños están “eficazmente protegidos contra los daños”.
Dada mi cortedad de entendederas he de reconocer que no he comprendido demasiado sus comentarios.
Habla de pérdida de credibilidad moral ¿Qué esperaba, que aplaudiéramos? La solución es fácil: Entreguen a esos energúmenos al brazo secular de la justicia. Eso lo hacía la Santa Inquisición y le funcionaba de puta madre. ¿Por qué no lo hacen en vez de marear la perdiz con palabras tan vacías como su dogma? Créanme, si lo hacen tal vez no ganen mucha más credibilidad, pero como mínimo no irán a peor.
¿Dice que siente humillación y vergüenza? Perdóneme caballero, eso lo sienten hasta lo más hondo las víctimas de esos enfermos a los que ustedes encubren. Usted puede estar jodido porque le afectará al negocio hasta que el populacho olvide, pero sentir… dudo que pueda sentir una mierda. Si fuera así actuaría en vez de repartir tanta charla vacía.
Comenta que han tomado serias medidas. ¿Qué medidas? ¿Quitar al pederasta de una parroquia y enviarlo a otra para que tenga carne nueva? No hable tanto y díganos claramente qué medidas son esas. Diga los nombres y apellidos de los que han repartido el mal y plantéese una castración química para los que no controlen esa barbaridad llamada castidad que ustedes tanto propugnan de puertas afuera.
Dice también que los niños están protegidos eficazmente contra los daños. ¿Ustedes los van a proteger? Tal vez lo que hagan sea condicionarlos a su antojo en el momento que caigan en sus garras. Que miedo da su concepto de protección. Que aterrador debe ser formar parte de su mundo fundamentalista, inculto y antinatural.
Para terminar el mejor de sus comentarios: “Acercarse con humildad a las víctimas”. En el RAE pueden encontrarse las siguientes acepciones a esa palabra que tanto gustan de utilizar:
1. Virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento.
2. Sumisión, rendimiento.
Según la primera usted propone acercarse a las víctimas reconociendo sus limitaciones y debilidades. ¿Cree que con eso se quedarán contentas? Que se acerque alguna sotana y les diga: “Mira chaval, me acerco a ti reconociendo que tengo limitado mi control sobre la castidad lo cual me hace débil para no caer en la tentación” La víctima lo que quiere es que el curita que lo violó vaya a prisión, a poder ser a una galería de presos comunes. Allí sí que aprenderá humildad. Saldrá con la humildad del tamaño del Cañón del Colorado.
Según la otra propone acercarse a las víctimas con sumisión. Eso me lo creo menos que su dogma. ¿Cuándo la Iglesia católica ha usado la sumisión? En todo caso la han obligado a los demás, pero ustedes jamás han sido sumisos. Se creen demasiado importantes y defendidos por su Dios y su poder terrenal como para hacerlo.
Lo dicho, entreguen a los pederastas a la justicia que ahora ya no los quemamos en la hoguera.

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