lunes, julio 19, 2010

Agradecimientos

Hace años mi padre decidió dejar de trabajar, tenía 59 años. Lo hizo, principalmente, porque pudo permitírselo aunque viviendo con muchas limitaciones económicas, eso sí.
Pudo irse a vivir con mi madre a su pueblo, trabajar una pequeña parcela de tierra que le suministraba, junto con el trueque con otros como él, una serie de alimentos básicos y echar sus partidas de cartas con los antiguos amigos de juventud que aún quedaban.
Viendo la felicidad que le aportó esa nueva situación me plantee como meta intentar prejubilarme antes de los 60 años. Mala idea si tenemos en cuenta que inicié una relación de pareja, fruto de la cual nacieron unos mellizos capaces de acabar con todo el suministro alimentario por grande que este sea.
Este último hecho me hizo bajar de la nube y aceptar que ese sueño jamás iba a ser posible. Poder estar en casa, dedicarme a ella, a la cocina, a la familia y, en caso de quedar tiempo, dedicarlo a algo que me ha encantado desde siempre, escribir.
Pero parece ser que existe algún tipo de Dios escondido entre mi cielo ateo. Digo esto porque a los 55 años me encuentro de repente con que un grupo de gente, imagino que llevados por una extraña forma de bondad y altruismo me han financiado dicha posibilidad. A cambio, solo les he entregado una parte de mi tiempo y toda una lectura sustancial para sus horas de tedio y soledad masturbatoria. El trueque es bueno si uno se lo mira de ese modo, pero el resultado final es lo que interesa, ese rasgo de bondad que me permitirá, si la muerte me respeta, dedicarme a estudiar unos cursos de escritura, aprovechar de ellos lo que mi cabeza sea capaz de dar y tiempo libre. Tiempo para dedicar a mi nieto, a mis hijos y al resto de mi familia.
Agradezco a mi padre que me enseñó que la vida se puede vivir solo con lo necesario y a esas buenas personas por la deferencia que tuvieron para con mi futuro. Gracias a todos ellos. 

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