miércoles, marzo 31, 2010

LOS DUEÑOS DEL MUNDO (1)

En el libro “Los dueños del mundo y los 40 ladrones” puede leerse un comentario relativo a la globalización hecho por el director comercial de una empresa suizo-sueca del que no ponen el nombre. Sus palabras son: “Yo defino la globalización como la libertad de mi grupo para invertir donde quiera durante el tiempo que quiera, para producir lo que quiera, comprando o vendiendo lo que quiera y teniendo el mínimo de obligaciones laborales y convenios sociales”. En esa línea de actuación se mueven empresas poderosas como Nike o Adidas, casos ejemplares de aplicación de esa globalización. Ellas compran la ropa en un país, cosen la ropa en otro y la venden en cualquier otro  lugar. Siguen la sencilla regla de dividir y vencer. Por si eso fuera poco llegan al extremo de que, para eludir impuestos o leyes de protección a los trabajadores, para reducir los costes de producción se montan maquilas en barcos ubicados en aguas internacionales fuera de toda legislación. (Información extraída del libro arriba reseñado)
Bien, esa es la realidad actual a la que se enfrenta el mundo. Estar en manos de unas pocas multinacionales que controlan “todo” y contra las que es prácticamente imposible luchar, sobre todo porque a nosotros, al menos a nosotros si no le ponemos remedio, nos tienen comprados de por vida. Para ellas es sencillo controlar el mundo como si fuera una sola empresa y decidir su gestión del mismo modo. Si vienen vacas flacas se reservan su riqueza y reducen salarios. Si tienen demasiado personal, dado que no pueden despedirlo hasta que colonicen algún otro planeta, lo destruyen mediante “guerritas locales” ya que si algo les sobra es mano de obra.
Mientras tanto, nosotros, pobres idiotas, sucumbimos a sus encantos. Compramos sus productos cuyo coste de producción es prácticamente nulo pagándoles cantidades inmorales de dinero por publicitar sus propias etiquetas de marca. Lo tienen tan fácil. Un submundo al que expoliar, un pequeño mundo “rico” que consume aquello que deseen venderle y encima de la pirámide ellos, los dueños de empresas, bancos, medios de comunicación, gobiernos y países enteros. Los dueños del mundo.
¿Queremos móviles que nos permitan ver las últimas noticias mientras estamos conectados con el trabajo? Nos los darán. Mientras quede coltán en el Congo o en Brasil seguirá siendo sencillo llevárselo a cambio de venderles armas para que se maten entre ellos, endeudándose cada vez más, mientras en otro país tercermundista alguien los fabrique a cambio de un plato de arroz. ¿Queremos coches cada vez más perfectos mecánicamente? Ellos nos los proporcionaran. A medida que encuentren países donde trasladar sus producciones para que les sean más rentables nos los venderán un poquito más caros cada vez. Eso sí, en su publicidad siempre disfrutaremos de paisajes idílicos y solitarios. 
¿Tenemos apetito, que no hambre? Siempre habrá miles de productos para picar entre horas producidos en lugares donde tal vez si que exista el hambre, y si por alguna razón engordáramos por su culpa también nos venderán productos adelgazantes, que no hay que olvidar el culto a la estética imperante ya que hoy todos imitamos a Narciso. Y así con todo. Países enteros dedicados a hipotecar sus tierras con pasto para que engorde el ganado que después nos comeremos. Países enteros sumidos en guerras controladas mientras nos llevamos su oro, sus diamantes, su petróleo o cualquier otro material de nuestro interés.
Eso sí, que nadie se atreva a cuestionar su modo de actuar. Que no aparezca ningún iluminado que decida proteger a su país del expolio al que los dueños del mundo decidan someterlo. A un iluminado de estos se le ocurrió hacerlo en 1972 en una reunión de las Naciones Unidas. Se llamaba Salvador Allende y sus palabras fueron: “Nuestra intención es declarar y demostrar que la estructura del comercio mundial actual, tal como funciona, es un instrumento de auténtico y sistemático saqueo de los pueblos pobres”. Al año se produjo el golpe de estado en Chile, Allende fue asesinado y el dictador Pinochet, apoyado por Estados Unidos, puso en marcha uno de los más brutales casos de terrorismo de estado del siglo pasado. Desde entonces todo ha ido a peor y nosotros tan felices sin querer enterarnos.

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