Recuerdo con nostalgia a un grupo musical de mi juventud, se hacían llamar “Los Canarios”. Cuando este país vivía todavía en la vergonzosa dictadura que nos apartó de Europa ellos grabaron uno de los mejores discos de rock progresivo de aquellos años. Se tituló Ciclos y era una reinterpretación libre de los cuatro conciertos de Vivaldi que se conocen como “Las cuatro estaciones”.
Dicho disco aún mantiene hoy en día la dignidad de entonces. A pesar de los años transcurridos no ha perdido un ápice de lo que tuvo de rompedor entonces. Lástima que no se pueda decir lo mismo de aquél que lideró el grupo y al que admiré tanto como a su música; un “melenudo” (en palabras de la época) conocido como Teddy Bautista.
Sí, el mismo Teddy Bautista que llegó años después a ser presidente del Consejo de Dirección de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) entre 1995 y 2011 bajo su nombre real: Eduardo Bautista García. El mismo que se convirtió en el Tomás de Torquemada de dicha asociación persiguiendo incluso a los músicos callejeros. El mismo que, tristemente, ha sido obligado a dimitir por los desvíos de fondos que se le imputan.
No diré que le desprecio, esa potestad solo la tienen para mí unos pocos, pero sí debo reconocer que siento pena por él. Pena aderezada con una pizca de asco.
La misma pena que siento por todos aquellos que, llevados por los ídolos de oro, olvidaron sus orígenes; los que en algún momento se olvidaron de “ser” para convertirse en especímenes que solo buscan “tener”.
Lo único que me apena es que alguien como él fuera capaz de crear algo tan hermoso como lo que apunté arriba.
A veces, la vida es injusta.
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