jueves, febrero 10, 2011

De humanos a monstruos

¿En qué momento se produce el clic en el cerebro que convierte a un humano en monstruo? ¿Hasta qué nivel de crueldad una persona es persona y no monstruo? Y no me refiero solamente a los casos ya conocidos de verdugos, torturadores o psicópatas pagados por las arcas de un estado. No hablaré entonces de los sonderkomander de los campos de exterminio, o de los kapos que se mantenían un escalafón por encima de los tratados como Infra humanos. La idea no es remover la Historia en esta entrada.
Simplemente desearía hablar sobre los kapos que existen en cualquier época, lugar o empresa. Un tipo de monstruos mucho más simple y sutil. Aquellos que, si en un estado de derecho normal ya tienen un comportamiento monstruoso cuando las circunstancias les son favorables, en qué podrían convertirse si cambiara en algo el Statu Quo.
En la mayoría de empresas de este país se ha establecido una jerarquía que mucho se asemeja a los campos de concentración: jerarquía piramidal que tiene como ideología de funcionamiento la Autoridad y el Miedo, que no el Respeto.
En esa pirámide la primera cosa que se establece es la confirmación de una famosa frase de Groucho Marx “Los jefes son como las estanterías, cuanto más altas están para menos sirven”. Y es una total certeza, aunque le falta un leve matiz, el de la cobardía. Cuanto más arriba en el escalafón empresarial, a más cobardes te encuentras.
Esa es la razón de que desde arriba se vayan rodeando de elementos que son cada vez más malignos y enfermos a medida que se desciende de ella. Al final todo queda constituido por un reducido grupo de incompetentes que suplen su incapacidad, su cobardía y su nada absoluta por un incremento de sadismo de la más variada índole. Solo una cosa unifica a todos después del primer escalafón, y es el hecho de que chupan pollas hasta que se les desgarran los labios.
Todos hemos conocido a criaturas de esa índole. Pobres miserables que, a cambio de las prebendas más nimias o absurdas, hacen un clic mental y se convierten en los perros más despiadados en manos de sus cobardes amos. Simples perros ejecutores de cualquier vileza por ganarse un hueso.
¿Qué sucedería con esos individuos si desaparecieran los límites éticos que otorga un estado de derecho? Con toda probabilidad afloraría en ellos lo que subyace realmente, que no es otra cosa que un comportamiento sádico y enfermo que ahora han de mantener aletargado en toda su intensidad. Por otro lado este tipo de individuos no tienen ningún tipo de curación ni de integración social. Nacieron o las circunstancias les hicieron así. Disfrutan infligiendo daño a los demás sin sentir la más mínima empatía por nadie que no sean ellos mismos.
¿Cuál es entonces la solución? Es clara y diáfana: si no existe ninguna solución de derecho capaz de apartarlos del resto de humanos, sería necesario eliminarlos en aras de un bien mayor, venciendo incluso el conflicto ético que ello representa.
Esa es la conclusión, el problema es llevarla a cabo. Pero… hasta en los campos de exterminio hubo sublevaciones.

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