Hay veces que suceden hechos pequeños y sencillos pero importantes por lo que contienen de ético. Me explico: No hace mucho volvió a cumplirse, y van varias veces a lo largo de la Historia, que David venció a Goliat. Un David humilde, ciudadano de a pie, con la única arma de la razón venció a un Goliat otrora prepotente y chulo pero ahora lastimoso y venido a menos.
Para aquél que asistió a tan desigual combate fue hermoso ver el final de la contienda: Ver a un pequeño David, arropado por la gente que le aprecia, porque lo humilde y verdadero es apreciable; y un Goliat solitario, ¿Qué digo? Un esperpéntico sustituto de Goliat, ya que el verdadero ni se atrevió a dar la cara (mísero cobarde escondido en su jaula de cristal), presto a la derrota.
Todo terminó rápido. Con aquel pobre gigante deforme, allí, envejecido, vejado, jodido por tanta batalla perdida. Una tristeza de monstruo venido a menos.
En una lejana isla tropical, apenas conocida por nadie, los Cronopios aún bailan tregua y bailan catala. Hicieron una enorme hoguera con los remos, a los que no les encontraban utilidad alguna, pintaron los cocoteros de color amarillo y se extasiaron viendo a la Luna rielar en el agua. Después llamaron al Negro Benof y le unieron a la fiesta pues saben que al negro pollón es bueno tenerlo en cuenta.
Parece increíble con qué poco se consigue la felicidad de los cronopios, esos extraños bichos verdes.
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