Encabezamiento de una noticia que apareció en la prensa.
El PP catalán condicionará cualquier pacto postelectoral a recuperar las corridas de toros en Cataluña que, de acuerdo con la ley aprobada por el Parlamento catalán en julio, desaparecerán en 2012.
Perfecto, somos una cultura mediterránea. Algo nos habremos alimentado de civilizaciones como la Cretense o la Minoica. Incluso el mito del minotauro es ciertamente atractivo. Pero ¿Es realmente algo tan importante lo de los toros como para afectar a pactos postelectorales? ¿No habrá cientos, o miles, de cosas más importantes a tener en cuenta que puedan condicionar un pacto?
Parece ser que no. Eso y solo eso es lo importante. Detalles tangenciales como la mierda de educación que reciben nuestros hijos, por poner un sencillo ejemplo, no pueden anteponerse a “la corrida” (de toros. Si fuera de otra índole aún lo entendería, que la entrepierna marca mucho)
Verdaderamente somos tierra de pandereta y espanta-suegras. Compramos coches grandes, teles grandes, vivimos del alarde ante el vecino y creemos parecernos a esos personajes divinos de la muerte de las series fashion y vacías que llegan del continente a nuestra izquierda. Pero en realidad, y aunque nos pese, somos Puerto Hurraco y bienvenido Mr. Marshall. Nos podemos vestir de Armani pero continuamos con la boina calada y la zamarra puesta, cejijuntos, provincianos a más no poder y con la vara entre las manos. Si el dictador levantara la cabeza se partiría la caja viendo el resultado final de la democracia a la que tanto temía.
No sé por donde salir, os lo juro. No quiero ser español, es ridículo. No quiero ser catalán, es triste. No quiero ser europeo, es vergonzoso. No sé siquiera si quiero ser terrestre. Me pediré plaza en la próxima misión a Marte, aunque espero que no coincida con ninguna feria taurina que cree una diáspora entre los viajeros defensores y detractores de su emisión televisada.
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