Mi pequeño país, en otros tiempos la envidia de Europa, cuando venían aquí a copiar nuestro sistema educativo, se ha vuelto más y más pequeño, irrisorio y provinciano hasta convertirse en un barbecho del conocimiento. Si no hace demasiado tiempo existía una Barcelona cosmopolita en la que sus gentes podían absorber los diferentes aluviones de cultura, ahora es una capital provinciana como las del resto de la península Ibérica mirándose extasiada su ombligo de falso catalanismo. Con sus políticos entregados a una defensa a ultranza de mi débil idioma materno pero partiendo de los principios más obtusos que uno pueda imaginarse.
Debéis saber que en Cataluña no se exige que se hable nuestro idioma, en absoluto, eso lo promovieron los peperos nacional católicos pasa sacarse votos. Aquí se “exige” una titulación del idioma para ser reconocido como tal en los estamentos. Y se hace de un modo tan fascista que la consecución final será la de adelantar su muerte. Me explico:
He vivido en mis carnes situaciones tan absurdas como la de personas de origen sudamericano que se esfuerzan para aprenderlo y a las que una profesora pueblerina y fundamentalista del lenguaje les ha dicho en medio de una clase que no aprobarían el examen porque su pronunciación no era la correcta. Vergonzoso. No quiero ni imaginarme a un andaluz acercándose por Valladolid y que la gente le dijera que no sabe hablar el idioma porque su acento no es el correcto.
Pero esa es la realidad. Titulación de idioma, si no la tienes no lo hablas aunque sea tu lengua. Gramática que para sí quisieran el resto de españolitos. Pronunciación exacta y perfecta que jamás se atreverá uno a utilizar fuera de las aulas so pena de ser corrido a hostias. Negación de que un idioma es un ser vivo que se alimenta del resto de idiomas de su entorno. Anteponer el nivel de catalán de un catedrático por delante de su propio currículum. Traducciones nefastas de libros por cuyas ediciones hemos de pagar más dinero que por la edición castellana. Una televisión autonómica penosa, partidista y de nula calidad en la que se dejan ir barbaridades lingüísticas como churros. Y como colofón de todo ello, un President de la Generalitat al que más valdría oír hablar en swahili.
Esta es la situación de mi amada lengua materna. No es de extrañar entonces que casi toda la gente que conozco a la que le ha tocado ir a sacarse una titulación renuncie como la peste a volver a hablar catalán en su vida, salvo pistola apuntándoles en la sien.
No es ese el camino a tomar para impedir que el catalán muera antes de los próximos setenta años. No es el buen camino. Tal vez fuera mejor no titular tanto y hablarlo más. Quizá tendría más sentido reducir la gramática y leer y discutir más en las clases. Posiblemente ganaríamos aceptando las limitaciones fonéticas de muchas personas a cambio de agradecerles el esfuerzo hecho.
Al fin y al cabo, un idioma no es más que un vehículo de comunicación. Básicamente no es nada más que eso. Cierto que después llegan los Cervantes, Shakespeare, Llull, Hugo, Goethe, Dante y tantos otros. Pero la base, la real y cotidiana es poder saludar al vecino, explicar con palabras simples lo que uno ama, decirle a los niños qué pueden o qué no deben hacer e incluso mandar a la mierda al más pintado. Y eso se puede hacer con un vocabulario sencillo o con uno extenso, pero hay que conseguir que se haga con cariño por el idioma utilizado.
Ya sabéis, por cosas que he comentado, que llevo unos cincuenta y cinco años hablando catalán. Quiero que sepáis que el año pasado me propuse titularme por el mero hecho de que mi educación de juventud contenía la llamada lengua española y otras como francés o formación del espíritu nacional (Paquito la tenga en su fosa). Como es de suponer tuve que empezar por un nivel bajo para mi manejo comunicativo pero alto para mi nivel gramatical. Me saqué sobradamente el nivel “B”, lo juro. Pero la experiencia me sirvió sobre todo para negarme a volver a estudiar bajo el régimen que expliqué antes, y juro que solo lo haré si algún día necesito el siguiente nivel para temas laborales. ¿Hablarlo? Mejor que muchísimos que alardean a pesar de que lo hablo mal, pero para decirlo de manera castiza “solo cuando me sale de los cojones” y mira que mi idioma es bonito
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