martes, septiembre 07, 2010

De huesos y mujeres

En el lindo cuento con el que comienza el antiguo testamento hay que reconocer que existe un atisbo de realidad. Por más que el relato de Dios es ciertamente inexacto, sí hay que reconocerle que en un punto acierta. Lo hace en el hecho de reconocer que el desarrollo de la humanidad se la debemos a un hueso. Que el hueso y el sexo no sean los acertados es algo secundario, ya dije en otra entrada que tiene tendencia a cometer algunos errores y es un poco machista. La cuestión es que la biblia nos habla de una costilla de Adán, cuando la realidad es que llegamos a prosperar gracias a la cadera de Eva.
De nada hubieran servido los millones de años de evolución y desarrollo del cerebro si la hembra de nuestra especie, eso que damos en llamar Mujer, no hubiera adaptado el hueso de su cadera para poder parir a unos seres con el enorme cráneo que contienen. De no haber sucedido eso, con toda probabilidad nos hubiéramos parado en un estado evolutivo anterior al que nos hizo Sapiens e igual ahora nos moveríamos entre el resto de simios como unos primos más de ellos.
Para mucho machito de a pie reconocer esto puede comportar una grave crisis que afecte a sus niveles de testosterona y posterior efectividad sexual. Lo siento por ellos pero es así. Los pobres machos de la especie, a los que se nos conoce como Hombres, somos menos importantes de lo que nos gusta aparentar ante ellas y ante nosotros mismos.
Así que, señores, quitémonos un poco de importancia, comprémosles a nuestras respectivas parejas un ramo de rosas (eso siempre funciona aunque nosotros no sepamos por qué) y démosles un abrazo y un beso en agradecimiento por haber llegado a ser como son.

Lectura libre a partir del libro "La cadera de Eva" de José Enrique Campillo Álvarez

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