viernes, julio 02, 2010

Abstracción

El otro día me dio por  hacer una abstracción con la gente que se movía a mí alrededor. Me permití despojarles del exoesqueleto craneal que protege al cerebro y centrarme únicamente en el órgano.
De ahí me dio en reconvertirlo en todo el grupo de neuronas que lo constituyen y entonces se complicó porque me dí cuenta de cómo pensaba la gente y de sus diferentes estados de ánimo.
Los pensamientos saltaban por encima de los cerebros formando pequeñas lenguas de fotones de luz – como explosiones solares pero de a pie –. Los haces de luz de los estados de ánimo eran diferentes, más extensos y diluidos y se coloreaban en diferentes intensidades de blancos y grises.
Llegados a este punto me permití un estado de abstracción más profundo y dejé de ver neuronas para encontrarme con grupos moleculares que al final se desgranaban en átomos que a su vez explotaban en subpartículas.
Como imaginarán la cosa se complicaba. Lo que habían sido cerebros eran ahora bolas vibrantes de materia cubiertas, en mayor o menor medida, por nubes traslúcidas de colores. Pasaban por mi lado emitiendo leves sonidos que recordaban a los que producen los cables de alta tensión cuando te encuentras cerca de ellos.
Me senté en un banco del paseo.
A esas alturas mi propio cerebro era un hervidero de ideas y pasé a imaginarme los procesos que suceden después de la muerte.
Imaginé como cada uno de nosotros somos reutilizados por diferentes seres vivos hasta que nos convertimos en nuestra pura materia original.
Pensé en cómo esa materia residual de cada uno de nosotros estaba formada por la misma sustancia de la que están constituidas las estrellas.
Si eso era así y a uno le daba por imaginarse que Dios era el constituyente del universo era cierto que estábamos hechos a su imagen y semejanza.
Si se cumplía que el universo fuera eterno también nosotros lo éramos.
Si cabía la posibilidad – estadísticamente no tenía porque no ser cierto – de que algún grupo de átomos que en otro momento fueron Mozart, Calígula o Gandhi, llegaban a formar parte de un individuo nuevo, se cumplía algo parecido a la reencarnación.
¿Tendría memoria la materia? ¿Existiría alguna subpartícula que llevara en ella algún recuerdo del ser del que formó parte?
En ese momento un chaval se me acercó y me soltó
– ¿Tienes un piti?–
Automáticamente salí de mi ensimismamiento, le mandé a la mierda, miré el reloj y me exclamé para mis adentros
– ¡Joder! Llego tarde. He de dejar los ansiolíticos –

3 comentarios:

Anónimo dijo...

jajajajajajajajaja!!!!! Que despertar mas brusco no? ibas muy bien "pa" mi gusto. Yo siempre digo que si me obligaran a apuntarme a algo (a punta de pistola, claro) lo haría a la reencarnación, total apuntarse por apuntarse....
Otra vez el peril (me lo explicas?). Soc la Victoria y me pongo anonimo

Unknown dijo...

Me miraré lo de anónimo a ver que pasa.
Lo del despertar era necesario porque sino me hubiera tenido que plantear el Big Bang y empezar a teorizar sobre Qué había antes de eso...
No tenía el día para cosmogénesis ni teologìas de alto nivel. ¿Solución? Que alguien me sacara del apuro.
Besos.

ariadna dijo...

me parece bien.