viernes, junio 18, 2010

LOS GRIFOS

Vivimos en un hermoso planeta cuya superficie contiene un 70% de agua. Eso podría parecer maravilloso si no fuera porque de toda esa agua el  97% es agua salada y no la podemos aprovechar para beber. Del resto, un 2% es hielo que se encuentra en los polos y no es aprovechable, tanto por su lejanía como por la importancia que tiene en la regulación de la temperatura del planeta. Eso nos deja un único 1% de agua aprovechable para beber, la industria, la calefacción, el transporte y muchos más propósitos.
¿Somos conscientes entonces de cómo estamos utilizando el agua? ¿Piensa la mayoría en el legado que dejará a su descendencia? ¿Somos tan estúpidos como para pensar que ese bien tan escaso perdurará siempre?
Las respuestas son sencillas. Dado el uso general que uno ve a su alrededor solo cabe responder “No” a cada una de ellas.
En nuestro rico mundo todo es tan sencillo como abrir un grifo y dejar que el agua fluya. Requiere tan poco esfuerzo que apenas somos conscientes de la riqueza que dejamos escapar por el desagüe. Y es que todo lo que no entraña dificultad se valora poco o nada.
No todos somos así, ciertamente, hay unos pocos que ya empiezan a ser conscientes del valor de algunas cosas. Pero hoy por hoy la gran mayoría ni se da cuenta ni desea darse cuenta de lo que representa cada una de estas pequeñas maravillas que nos aporta vivir en esta parte del mundo. Uno lo ve en muchos lugares: En los vestuarios de cualquier polideportivo cuando compara la ducha de uno con el monzón que se echa en el cuerpo el de la ducha de al lado. En la obsesión actual por hacer campos de golf en zonas de secano, como si nuestro país fuera Escocia. En el modo que tienen de consumirla mucha gente de nuestro alrededor.
Encima uno no puede decir nada porque se arriesga a que le agreda cualquier energúmeno. En relación a esto publicaré después una entrada explicando una experiencia personal sobre ello.
Concluyendo, ¿Qué pasará dentro de unos años cuando algún descendiente nuestro abra ese grifo y de él no fluya nada? ¿Sucederá entonces que todos y cada uno de ellos se acordará de sus muertos? Probablemente sí.
Lo cierto es que no quiero ni imaginarme a mis nietos o a sus descendientes yendo a buscar al agua a cinco kilómetros casa con su cubo, tal y como les toca hacer a más de la mitad de la población mundial, para conseguir un poco de agua limpia, que no potable.

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