Lo de ayer fue en clave de chiste. Espero que me perdonéis por ello. Si lo hice así fue llevado
por la necesidad de superar el asco, la indignación y la vergüenza que sentí al
verlas. Ahora, más centrado, puedo hablar de ello en otro registro.
Es totalmente indignante que un individuo por
el mero hecho de pertenecer a las fuerzas de seguridad del estado, ir armado y camuflado, se permita
ese abuso de poder, esa agresión casi sexual. Es indignante que los individuos que rodean a ese energúmeno le permitan
cometer dicha agresión, protegiéndole además de terceros. Con ello queda claro que esa actuación anula el poco respeto que pudiera quedarnos del estamento policial. De otro lado deja claro cual es el camino que desea tomar el PP:
campar a sus anchas por España pisoteando cualquier derecho y ofreciendo carta
blanca para que cualquier sádico salido, por el hecho de llevar arma y
uniforme, abuse de quien le plazca. Porque la responsabilidad final no es del enfermo que agrede, la responsabilidad final es de aquellos que, pudiendo, no cortan el problema de raíz.
¿Qué
representan unas imágenes como estas? Para cualquiera que tenga pocas luces y
un nulo conocimiento de la Historia reciente de España y de Europa está claro
que nada. Un hecho aislado, un “seguro que se lo merecía”, un “leve abuso de
fuerza de cuatro minutos”… No nos equivoquemos amigos, lo que representa esa
acción como anulación de libertad, como abuso de poder es tan grande como la desvergüenza de nuestros políticos.
Porque ¿Qué vendrá
después si eso puso cachondo al policía sádico? Igual le apetece coger a otra mujer
y meterla dentro de una lechera para sobarla a gusto. Igual, ya puestos, le
apetece violarla un poquito porque para eso tiene impunidad y la ley le ampara.
Igual los compañeros, viendo la facilidad del hecho, deciden sumarse a la
fiesta. Igual no es suficientemente cómoda la lechera y prefieren llevársela a
otro lugar para estar todos más cómodos. Igual, además de violarla entre ellos,
les apetece apagarle cigarrillos por todo el cuerpo, o meterle picana
eléctrica, o darle palizas, o cortarle los pechos o utilizar ratas o alambre o
machetes o barras de hierro… Si conocéis como trabaja la policía allí donde
tienen impunidad sabréis que el límite de la depravación está más lejos de lo
que somos capaces de imaginar.
Dado que los
políticos del PP que nos “mandan”, que no gobiernan, no van a mover un dedo
para reparar este tipo de situaciones ¿Qué nos queda a la ciudadanía? Una
opción en la que habrán pensado muchos puede ser: abandonar las premisas pacifistas y salir
a defendernos de ellos con sus mismos métodos. No me digáis que no, hasta yo,
viendo las imágenes, he sentido ganas de rajar vísceras.
Pero… (Siempre hay
un pero), estad seguros de que la intención final de los nazis que nos
gobiernan es precisamente eso, que nos pongamos al nivel de sus perros amaestrado
y uniformados y nos lancemos a morder. Tremendo error. Si se cae en esa trampa,
las fuerzas perrunas nos golpearan igual o peor, la ciudadanía se pondrá en
evidencia para que proliferen las webs de delación y el PP, raudo y veloz,
legislará o modificará leyes y constituciones para suprimir la voz del pueblo. Así
actuó Hitler, su ídolo, que corrió para redactar la famosa “Ley habilitante de
1933”. No caigamos en esa provocación, en la medida de lo posible.
¿Qué podemos hacer
entonces? Tristemente no podemos hacer otra cosa que lo que ya hacemos hasta
ahora: grabar todo lo que podamos, grabar
cada actuación policial, cada golpe, cada agresión, cada abuso. Intentar
grabar el máximo de sonido. Intentar que nadie quede totalmente a solas en mano
de esos enfermos uniformados. Intentar recabar toda la información posible para
hacer dos cosas con ellas:
- Una. Publicarlas
en la Red y hacerlas correr en tantos lugares como sea posible, desde Australia
a Japón, desde Ciudad del Cabo a Alaska, de manera que hasta Dios sepa qué se
entiende por libertad en este mísero país. Que vuestras familias sepan
realmente con qué clase de fascistas se están jugando los cuartos.
- Dos. Interponer
tantas demandas judiciales como sea posible mientras quede un mínimo de
libertad, al menos sobre el papel.
Termino con una reflexión: Podéis golpear, podéis pisar, podéis ponernos una pistola en la sien; conseguiréis nuestra sumisión, pero jamás nuestro respeto; porque solo se respeta aquello que es respetable y vosotros, con actuaciones como esa, no lo sois.
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