Que la ley antitabaco es una ley fascista y montada con las mejores artimañas, propias del amigo Goebbels (ministro de propaganda de la Alemania nazi) es un hecho. Y de hecho voy preparando una entradita explicativa al respecto. Pero de momento habremos de esperar dado que mi disponibilidad de tiempo es nimia. No obstante me doy cuenta de una cosa. A saber: Hasta de las peores cosas se puede sacar algo bueno. Y a este tipo de “cosa” quería referirme en esta breve entrada.
Existe un negocio legal en este país que hace mucho daño a muchas familias, sobre todo a gente de baja clase social, la más débil. Me refiero al sector de los juegos de azar y de las máquinas recreativas en particular. ¿Quién no conoce algún caso de alguna familia a la que esas “maquinitas” han arruinado la vida? Los hay y muchos. Pobre gente que cae en las fauces de las lucecitas y las campanillas, persiguiendo un beneficio fácil, que no es tal, hasta llegar a la ruina más completa.
Pues bien, los asiduos a las tragaperras lo son también, en su mayoría, a la ingesta de tabaco; no hemos de olvidar que el estado de excitación que les provoca la espera de que termine cada ciclo de jugada han de apaciguarlo de algún modo, y qué mejor modo que el vil tabaco tan denostado por la nueva ley y su cerveza correspondiente. Así al menos lo he visto yo en cada bar en el que se hallaba algún desgraciado jugándose el pan.
Me ilusiona imaginar que el hecho de no poder fumar pueda derivar en un decremento en el ánimo de juego. Me hace feliz pensar que esas míseras maquinitas puedan terminar adormecidas en sus rincones, y que los empresarios que las gestionan y se enriquecen y los organismos autonómicos que se nutren de ingentes cantidades de dinero gracias a ellas deban hacer las maletas para marchar, remando en sus barcos, hacia otros puertos.
Es un sueño, lo sé, pero de momento nadie ha prohibido los sueños.
Todo se andará.
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