martes, diciembre 14, 2010

Julian Assange, el hombre malo

Por mucho que uno piense que está en el primer mundo, paradigma de las democracias y de las libertades. Por mucho que uno se crea, o quiera creerse, o deba creerse que la justicia iguala a todos, suceden cosas extrañas.
De un lado tenemos al amigo Julian Assange que no sabe utilizar condones (o lo que tiene entre las piernas está hecho de kriptonita) al que se le rompen en mitad de la faena. Entonces sucede que: denuncias por agresión sexual, la mitad de la policía del planeta tras sus pasos, juristas haciendo una orden de arresto con la que no pueda escaquearse. Vamos, El Laden, ese tejano que hace de moro para las televisiones, un buen chaval a su lado.
Del otro, tenemos a una incontable cantidad de energúmenos, salvajes, subnormales, machistas… repartidos por todo el planeta Tierra que se dedican a violar, maltratar, pegar, quemar, torturar, asesinar… a la o las pobres desgraciadas que caen en sus manos y en muchísimos casos no sucede absolutamente nada. Pero NADA con mayúscula. Vale, de tanto en tanto alguno va a la cárcel, pero al ratito sale, sea un violador o un pederasta o la clase de hijo de puta que sea, y vuelve a su tarea habitual.
Algo no funciona y no creo que sea mi reloj de pared que aún da la hora.
¿Cómo solucionarlo? No tengo ni idea. Salvo la pataleta y cagarme en todos los muertos de cada uno de esos que maneja los hilos. A parte de eso no sé. Igual si fuera mujer intentaría asociarme con más mujeres. Provocar una especie de caos de piernas cerradas y que ellos se enculen al señor juez.
Lo que tengo cada vez más claro es que nos chulean como les apetece. Nos aburguesan para que no veamos ni miremos más allá de nuestro ombligo y esperan a que pase la campaña de navidad, ese tiempo tan feliz y bonito de paz y amor entre humanos.
Que paren el planeta que me apeo.

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