martes, noviembre 16, 2010

La anécdota del taxista

Me llamo Paco y soy taxista.
Los colegas, los que no son de la profesión, acostumbran a pedirme que les cuente historias sobre lo me pasa en el taxi, y no me extraña. En un taxi le pasan a uno cantidad de cosas para contar. Pero lo que quiere la peña es que les cuente, sobre todo, las cosas que tienen que ver con el folleteo y esas cosas.
A mi, la verdad, es que tampoco me pasan demasiadas. Para temas con morbo es mejor hablar con los que hacen la noche. Esos si que te cuentan cosas como para cagarse, pero de todos modos también sale alguna historieta que puede dar hasta risa. Os contaré una que me pasó hace un tiempo y que recordé el otro día mientras hacía unas cañas con los cuñaos.
Iba un día terminando, vamos, que me quería pirar para casa para estar un ratito con la Mari y mi pequeño, y me salió una carrera hacia mi barrio. Pues va y me suben tres tíos y una tía que era como pa echarse a correr. De los tíos me di cuenta en seguida de que uno tenía que ser de por allá por Murcia. Lo digo porque tengo un cuñao que es de por allí y habla lo mismo que aquel. Aunque igual era de Albacete, yo que coño sé ¿Sabéis? Bueno, no me enrollo.
Pues resulta que uno, uno que hablaba como de chiste, se me sube delante. Detrás se ponen los otros dos tíos, el murciano a un lado y otro más joven al otro lado, y a la pava me la ponen en medio.
Pues tal y como empezamos a tirar para donde me habían pedido… Se me olvidaba, me pareció que los tíos iban con un pedal importante. Es que si no os digo esto igual no entendéis lo demás. Sigo. Pues los llevaba para donde me habían dicho y el murciano, que lo tenía detrás pero al otro lado, se me pone a tocarle la pierna a la tía. Oye, que a mi me la suda bastante lo que la peña haga o deje de hacer, pero es que la otra mantenía las piernas cerradas, como de que no le gustaba el baboso. Pero a lo que iba. Yo iba con el despiste y como si no hiciera caso, lo que no sabían ellos es que llevo el retrovisor algo bajo, de esa manera le puedo ver las tetas, los muslos y hasta las bragas si me sube alguna guarrilla en el taxi. Sigo. Entonces el colega no paraba de hurgarle para ver si se le espatarraba un poquito, y la tía con las piernas cerradas pero sin sacarle la mano y hablando como si no pasara nada. Y él dale que dale, con la mano más cerca de la entrepierna. No os lo creeréis, pero la cosa me estaba poniendo cachondo hasta a mí. La hija puta, que era fea de morirse me estaba poniendo cachondo.
El tío, al final, le terminó sobando todo el tema en medio de los demás y sin cortarse ni con un cristal, y la tía todo el rato dejándole hacer, como si fuera una puta sin ganas. Yo creo que se lo debió dejar irritado, porque anda que no iba repretada la tía. Me imagino que al ir taja ninguno se enteraría, pero lo que es yo, ya os lo dije, me puse berraco a tope. Esa noche la Mari me rindió culto. Le eché un polvo que aún se acuerda. Y ahora que os lo he contado estoy por llamarla y acercarme a casa que el nano aún no ha salido del cole.

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