Un martes, a López le dio por ir de manera improvisada al cine.
Con su bebida en la mano, entró en la oscura sala. Sonaba “Movie Record…”.
Se arrellanó en la butaca.
Se arrellanó en la butaca.
Comenzó la película.
Vio que iba de un hombre con algo en la mano que entraba en una oscura sala de cine donde ponían otra película en la que un hombre entraba en una oscura sala de cine en la que ponían algo ya irreconocible.
Vio que iba de un hombre con algo en la mano que entraba en una oscura sala de cine donde ponían otra película en la que un hombre entraba en una oscura sala de cine en la que ponían algo ya irreconocible.
De repente, el primer protagonista se giró hacia los espectadores.
El segundo, de manera sincronizada, hizo lo mismo.
López, en un afan mimético, no pudo evitar seguirlos.
El segundo, de manera sincronizada, hizo lo mismo.
López, en un afan mimético, no pudo evitar seguirlos.
Se sorprendió. Tras los espectadores no vio el reconocible chorro de luces que crea la magia de la imagen, sino un gran marco, tras el cual pudo ver gente sentada mirando hacia él y poniendo cara de espanto.
A continuación la gente de su sala les imitó, lo cual le forzó a que girara la cabeza para ver en la pantalla algo aterrador: el primer protagonista era asesinado desde la fila de atrás, momento en el que al segundo protagonista le sucedía lo mismo.
López cerró los ojos y dejó ir un grito, idéntico al que soltaron el resto de espectadores de la sala.
A continuación la gente de su sala les imitó, lo cual le forzó a que girara la cabeza para ver en la pantalla algo aterrador: el primer protagonista era asesinado desde la fila de atrás, momento en el que al segundo protagonista le sucedía lo mismo.
López cerró los ojos y dejó ir un grito, idéntico al que soltaron el resto de espectadores de la sala.
Ahora, en la última película se adivinaba luz diurna y alguien escapando a la carrera.
En la segunda, las luces de la sala ofrecían un plano medio del cadáver acompañado por dos policías.
A López, los pantalones, le habían quedado totalmente inservibles, pero ni se le ocurrió girar la cabeza.
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