sábado, agosto 28, 2010

Libro de Manuel (extracto)


Quien no conoce la historia se arriesga a que se repita.
Esto de abajo es una pequeña muestra de como funcionaba en el cono sur la operación Condor. En ella se aplicaron con toda seguridad los metodos ideados por los franceses en la guerra de Argelia (terrorismo de estado) y fue financiada básicamente por EEUU y con algún más que probable asesoramiento de nazis exiliados en los diferentes países en los que se puso en marcha.
La carta en sí la descubrí allá por el lejano 1976 en "Libro de Manuel" una extraña y dura novela de Julio Cortázar – La peor, según el propio autor – pero que ponía de manifiesto la brutalidad con que las diferentes naciones tratan a los disidentes que no les son útiles y ponen en duda la hegemonía del capitalismo salvaje.
Desde entonces todo ha ido a peor, quién iba a ponerlo en duda. El último y espeluznante ejemplo lo tenemos en Guantánamo.
No vayais a pensar que justifico ninguna ideología ni ningún acto terrorista, me parece una opción terrible, pero lo más injustificable es el hecho de que países que se llaman Democráticos, y entre los que incluyo a nuestro ficticio país, se crean en el derecho de actuar del mismo modo, engañándonos con mentiras, verdades a medias o la simple y llana ocultación.



TRADUCCIÓN
Señora Aparecida Gomide,
Todo el mundo conoce su sufrimiento y su angustia. La prensa oral y escrita recuerda diariamente su drama: su marido, funcionario diplomático en el exterior, ha sido secuestrado y envuelto así en acontecimientos de índole política. Señora, no es usted la única que llora. Pero nadie habla de mi sufrimiento y de mi angustia. Yo lloro sola. No tengo sus posibilidades de hacerme oír, de decir a mi vez que «tengo el corazón destrozado» y que quiero volver a ver a mi marido». Su marido está vivo y bien tratado. Volverá a su lado. El mío murió en la tortura, asesinado por el Primer Ejército. Fue ejecutado sin proceso y sin sentencia. He reclamado su cadáver. Nadie me ha oído, ni siquiera la Comisión de Derechos de la Persona Humana. No sé lo que han hecho con él ni dónde lo han arrojado. Se llamaba Mario Alves de Souza, era periodista. Fue detenido por la policía del Primer Ejército el 16 de enero de este año, en Río de Janeiro. Lo llevaron al cuartel de la policía militar donde lo golpearon salvajemente toda la noche, lo empalaron con un bastón tallado en forma de sierra, le arrancaron la piel de todo el cuerpo con un cepillo de metal, porque se rehusaba a dar las informaciones exigidas por los torturadores del Primer Ejército y del DOPS. Los prisioneros llevados a la sala de torturas para que limpiaran el suelo cubierto de sangre y de excrementos, vieron a mi marido agonizando, la sangre que le brotaba por boca y nariz, desnudo en el suelo, ahogándose, pidiendo de beber. Entre risas, los militares torturadores no permitieron que se le prestara el más mínimo socorro.
Ya sé, señora, que no está usted en condiciones de comprender mi sufrimiento, pues el dolor de cada uno es siempre mayor que el de los demás. Pero comprenda, espero, que las condiciones que llevaron al secuestro de su marido y a la tortura mortal del mío son siempre las mismas: que es importante darse cuenta de que la violencia-hambre, la violencia-miseria, la violencia-opresión, la violencia-subdesarrollo, la violencia-tortura, conducen a la violencia-secuestro, a la violencia-terrorismo, a la violencia-guerrilla; y que es muy importante comprender quién pone en práctica la violencia: si son los que provocan la miseria o los que luchan contra ella. Su desesperación y su sufrimiento demuestran que su marido era un buen jefe de familia, que usted deplora su ausencia y que su vida es muy importante. También Mario Alves fue un buen jefe de familia, también él me falta. Tenía una hija que adoraba; era inteligente, culto, bueno; jamás hirió personalmente a nadie. Murió por amor a los oprimidos, a las víctimas de la injusticia, a los que no tienen voz y no tienen esperanza. Luchó para que los inmensos recursos materiales y humanos de nuestra patria fueran empleados en beneficio de todos. Deseo vivamente que se llegue a una solución feliz para usted, señora, y para los Tupamaros.
Firmado, Dilma Borges Vieira.

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