martes, agosto 17, 2010

Foto nocturna

La tenía echada a su derecha y contrapuesta a él. La cabeza apoyada entre la pared, la almohada y su brazo. El cabello despeinado por la pasión vivida, el reflejo de la vela en sus ojos y la carita relajada y feliz mientras le veía acariciarla, la hacían aún más hermosa. Irradiaba luz a pesar de la penumbra, llenándolo todo con los ojos. Marcaba el tiempo entre ritmo del movimiento de su brazo llevándose el pitillo a los labios y el movimiento de su cabeza desde el cenicero al cuerpo de Daniel y sus ojos. 
Todo era silencio.
Estaba ladeada y su brazo izquierdo bajaba en diagonal hacia el colchón hasta el codo, que formando un ángulo recto continuaba hasta llegar a la mano que sostenía el cigarrillo y reposaba en la cama. Entre su cabeza y el brazo se recogían sus pechos, esa parte juvenilmente insolente de ella a pesar de la edad. De la mitad de la diagonal de su brazo comenzaba la curva cóncava de su cintura que seguía con la curva convexa de sus caderas y se prolongaba a través de su pierna izquierda hasta el pie. Subiendo por la línea de unión de ambas piernas llegaba hasta donde se bifurcaba en dos líneas que delimitaban el triángulo de su pubis y escondido tras la unión de esas tres líneas el tesoro que momentos antes había abierto para él, para alimentarle de su intimidad. Sobre el pubis y antes de su antebrazo el cojincito cómodo y suave de la barriga, atroz para ella pero casi mística para él.
Esa fue la foto nítida y clara que Daniel se llevó de Desirée. La obtuvo así y la fijó de ese modo porque deseaba explicársela, conseguir de algún modo que ella fuera consciente de una belleza que era incapaz de atribuirse. 
Jamás lo consiguió.

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