Juan José Millás, en El País
El Estado ha
devenido en el brazo armado de los mercados, verdaderos responsables políticos
de la acción gubernamental. Vuéleme usted este quirófano, le dicen al Gobierno,
vuéleme esta residencia de ancianos, este hospital, esta infraestructura.
Póngame usted una bomba en la universidad, en este centro de investigación, en
aquel instituto de enseñanza media y en este conjunto de guarderías públicas.
Arranquen los tubos de la diálisis a este enfermo del riñón y déjenlo morir,
supriman el tratamiento a aquel enfermo de sida y abandónenlo a su suerte,
anulen o modifiquen las leyes relacionadas al dorso, que limitan nuestras
actividades. No olviden amnistiar periódicamente a nuestros delincuentes
económicos y dótennos de cuantos subterfugios legales sean precisos para pagar
menos impuestos que nuestros mayordomos. Pueden seguir montando sus festejos
electorales a condición de no olvidar quién manda. Fíjense en Zapatero, cuya
voluntad doblegamos en una sola noche. Entró en el zulo como un
hombre de izquierdas y unas horas después estaba modificando la Constitución y
congelando el sueldo de los pensionistas, como le habíamos pedido. En cuanto a
Rajoy, pobre, creía que por pertenecer a la derecha liberal iba a recibir un
trato privilegiado, y lo primero que hicimos fue hundirle la Bolsa y subirle la
prima de riesgo, para que aprendiera. En cuatro meses le hemos obligado a
limpiarse públicamente el culo con su programa electoral y acaba de comenzar el
proceso de nacionalización de las pérdidas sin abandonar por eso el de la
privatización de las ganancias (la socialización del sufrimiento, que decía
ETA). El lunes pasado lo mandamos a la radio para que se confesara dispuesto a
incumplir cuanto había prometido o pudiera prometer en el futuro. Y todo ello
sin necesidad de ponernos en huelga de hambre, como de Juana Chaos.
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