Hoy me apetece hacer un cambio de registro y dejar de lado la realidad global para hablar un poco de mi realidad particular.
¿Y cuál es esta realidad? Es sencilla mis queridos amigos y seguidores: Soy feliz.
Os voy a contar un secreto. Hace un tiempo, cuando mi vida era una mierda y trabajaba rodeado de gente de mierda, recuerdo que mi pareja y yo comentábamos, mientras paseabábamos, en lo bonito que sería ser funcionarios los dos y poder tener las tardes libres para dar largos paseos bajo el sol primaveral. Era un sueño irrealizable
Pues bien, ayer por la tarde nos volvió ese recuerdo. Fue mientras hacíamos el paseo desde Cerdanyola, mi pueblo, hasta Sant Cugat, otro pueblo cercano, gran colonia del Opus y de algún que otro impresentable.
Paseábamos y hacíamos balance del sinfín de cosas que han sucedido en los últimos dos años, gran parte de las cuales han tenido que ver conmigo.
Pensábamos en las ocho personas que perdieron su trabajo en un afán de limpieza étnica, castigadas por no vivir de rodillas. Ocho personas, que por culpa de perder su trabajo, ahora han podido dedicar su tiempo a ser felices: Unos han podido viajar, otros estudiar o simplemente se han depurado por dentro de las malas ansias con las que se habían infectado.
Esa era la certeza que veíamos mientras el calorcillo de la tarde y el bosque circundante nos envolvían. Pensábamos en lo que habíamos pensado años atrás, que entonces nos pareció una utopía, y nos veíamos en una situación aún mejor que la que pudimos prever. Un verdadero milagro.
Así, andando sin prisa y con la vida solucionada, llegamos a la entrada del otro pueblo. Lo saludamos, en un acto reverencial y de agradecimiento; como si allí pudiera habitar el causante de nuestra felicidad. Nos dimos la vuelta y retornamos sobre nuestros pasos. El viento de cara empujaba hacia atrás todo lo malo dejándolo aprisionado en ese extraño pueblo.
2 comentarios:
Esto sí me ha gustado... Algunas veces está bien abrir lo que erróneamente decimos "nuestro corazón"!
Hola, Montse,
y es así. En realidad nadie abre el corazón. Simplemente ponemos voluntad para que cierta bioquímica cerebral funcione de cierta manera.
Un abrazo.
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