lunes, marzo 28, 2011

Los servicios de caballeros o el respeto a lo masculino

Desde que tengo memoria, hace ya unos cuantos años, necesito orinar. Dicha costumbre, además, se presenta un número indeterminado de veces al día en función de lo que haya bebido. Esta necesidad mía la he comentado a lo largo de los años con otros individuos de mi mismo género y he concluido que es normal. Todos lo hacemos.
Tal vez penséis que esta introducción haya sido innecesaria. Por mi parte pienso que no: de un lado confirma que soy normal en algo (gracias Dios mío) y del otro me conduce a confirmar un hecho que se produce un alto porcentaje de veces y cuyo corolario es que no siempre que te estas meando tienes a tu alcance el inodoro de casa. Y es ahí donde reside el origen de la putada que emana de la utilización de los urinarios públicos: bares, aeropuertos, estaciones de tren, metro o autobús, restaurantes, edificios públicos… Una putada que me ha permitido, después de exhaustivos estudios, que me han llevado a beber ingentes cantidades de cerveza, a determinar una ley casi universal que yo llamo “Ley del urinario público masculino”. Dice así:
Si en el diseño de un urinario público masculino existe la más remota posibilidad de conseguir que al abrir la puerta, la mayoría de los individuos que están meando, sean vistos desde el exterior, ese será, sin duda, el que se lleve a término.
¿Tengo o no tengo razón?
Entonces, ¿Dónde reside esa necesidad insana de la contemplación de un número indeterminado de individuos, de espaldas, mirando al techo la mayoría de las veces, con las manos agarradas al atributo que la naturaleza tuvo a bien darles? Puede deberse a un afán exhibicionista del diseñador, al que me puedo imaginar excitado, mirando de soslayo desde el exterior del mingitorio cómo los individuos echan el culo para atrás mientras esconden su hombría; o bien ante la loza blanca con su pene agarrado entre las manos mientras se excita pensado en las mujeres que, inevitablemente, le verán desde fuera.
Si no es debido a alguna de esas razones no le encuentro utilidad alguna a tan visual diseño. Porque lo que es a mi, es algo que me incomoda sobremanera. Es más, podría entender unos servicios públicos mixtos, sin puertas y totalmente transparentes en los que todos y todas nos encontráramos de cháchara en actos tan naturales como orinar o defecar, pero no me cabe en la cabeza la opción actual.
No acepto que sea pública mi imagen en un evento visual tan poco heroico y grotesco.

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